Hay que agradecerle a Donald Trump la oportunidad que le ha brindado a la justica de los Estados Unidos de insistir que la ley sea la ley para uno y para todos. Nadie es inmune  al respeto obligatorio a la Constitución que define como toda persona en nuestras democracias  tiene que vivir y dejar vivir.  El juez federal de Seattle, D. James Robart, en su sentencia ha advertido clarísimamente que ningún líder político pueda gobernar retando la realidad legal que constituye los cimientos de la sociedad en la cual todos vivimos. Un político que lo hace pretende ser su propia fuente de inspiración y a la vez de la ética. Es una amenaza el que  quiere gobernar por encima de la ley y inevitablemente se prestará a la inhabilitación si insiste en una cruzada en pro de lo que la constitución no autorizará jamás. El presidente sea de Estados Unidos o de una autonomía, tiene que liderar respetando el marco legal dentro del cual fue elegido.  Ahora  Donald Trump cuestiona la legitimidad del juez que anuló su decreto pero es un hecho que fue nominado por el presidente Bush y confirmado en su cargo por el voto unánime del Senado. Seguro que el Tribunal Supremo tendrá la última palabra en este asunto que ha enfrentado la ejecutiva a la jurídica. Al final vencerá la Constitución, la cuidadela de la ley en la democracia.

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